Del morado al naranja, la noche sonroja.
Respetando el canto
de los chapulines, las luciérnagas brillan y alumbran la fosa de las Marianas del alma,
nunca antes expuesta de esa forma, asequible.
Pese al agobiante calor, en cada exhalación
Tomás bufa vaho, y en ese vaho ve materializarse una parte entrañable de su
espíritu. Trae la mano en el corazón y mete la llaga al dedo. No importa si cambia o no para siempre, él ya
pudo sentir con la nitidez de
seiscientas medusas energéticas.
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